lunes, 8 de abril de 2013

Stills / Radharani Torres





Little one / Carlos De La O

1
Un soleado mediodía de primavera, Radharani Torres (México D.F. 1982) y un servidor discutíamos las implicaciones de su incipiente proyecto artístico. Se mostraba preocupada pues no quería ser vista como artista, madre, mujer; aunque su principal motivo pictórico la delatara eventualmente. Apelaba a hablar de movimiento, de fantasía infantil capturada en escenas simples a través de un tipo de pincelada específica. Buscaba destilar su gusto por el hiperrealismo narrativo de Víctor Rodríguez, agregar algo del dinamismo sombrío de Bacon, tratando de generar en su combinación, su propio lenguaje. Evitando a toda costa aludir al vínculo con el retratado, en un gesto totalmente protector que al fin y al cabo, hace explícita la relación entre el sujeto y quien lo retrata. Do the math people.




2
Buena parte de la obra de Torres me recuerda la actitud de las seminales chicas YBA's Sarah Lucas y Tracey Emin. Hay en sus esculturas y dibujos un desparpajo y confrontación con mucho del lenguaje de aquellas. Retos a la masculinidad mancillada por la corrección política por un lado. Por otro, intentos semejantes a los de Lucas por ser one of the boys; lograr integrarse a la estructura del poder (masculino) establecido. Negando la posibilidad de ser leída como mujer. Buscando una individualidad que no la comprometa a asumir un rol de género asignado. Ese mismo gesto beligerante de sus dibujos y esculturas permanece amplificado en su pintura de gran formato.



3
Cuando la actual serie Stills comenzó a desarrollarse, iba sobre el personaje representando superhéroes. Ahora dominan el discurso los villanos y personajes de cine violento. Sin embargo, buenos o malos el lenguaje siempre es el mismo: Escenificaciones quizá demasiado comprometidas para ser representadas por un párvulo quien aún tiene pesadillas cuando juega a matar zombies. Sin embargo todo es representación. No hay porque temer. Nuestro susodicho, como cualquier niño actor, cuenta con la privilegiada inteligencia para desarrollar un papel, pero la consciencia limitada para comprenderlo de todo. El infante juega y Torres interpreta. Se deleita en sus gestos mas expuestos, en la agresividad, en la crueldad autoinflingida por moles mutantes que se funden con miradas agresivas. En el ademán autoritario aún detrás de la máscara que lo oculta. En la malicia infantil y el egocentrismo desatado. Confronta al espectador en sus incómodas composiciones  diagonales, lo mismo cargadas de explosivos colores primarios, que de deslavadas aguadas formando pesados ambientes anegados.




4
El conjunto al final termina siendo seductor. Uno no puede desviar los ojos a un chiquillo que le increpa de frente. Con la mirada a veces sádica, a veces tierna y perdida. Uno no puede evitar pensar en que implica poner al niño a jugar con nosotros de esa manera. Ponerlo a hablar el lenguaje de los grandes. Pero por lo pronto dejaremos que los histriones desarrollen su puesta en escena. El pequeño actor y su maliciosa directora. Que con las referencias que de ella tenemos, no podemos esperar que todo esto sea un espectáculo inocente. ¿O sí?












No hay comentarios:

Publicar un comentario